"....Eran los últimos días del mes de abril y como buenos cristianos, en la simpatica villa de Cabudare, empezaba la semana santa. Como en todos los pueblos venezolanos la gente de aquella población tiene en estos dias la unión y devoción requerida. Allí nos aprestamos a pasar los días de la pasión dolorosa y eterna. Yo iba siempre al templo de la parroquia y allá pude ver algunas imagenes de su culto, entre otras hay un Nazareno, lleno de tristeza, que para el alma creyente y devota de aquella población, tiene las mismas facultades divinas que el celebre Nazareno de San Pablo en Caracas. Un día fui al templo, fui a aquel templo en recuerdo de los consejos de mi madre ausente, era el viernes santo, me postre frente al Divino Madero y al verme tan contrito, una de las señoritas que allí hacia su oración, y quien sabe qué espina tendria clavada en el corazón, o qué decepción la laceraba me dijo: - Coronel, córtele un cabello al Divino Nazareno, y verá como así en la pelea no le pegan las balas. - Ante aquella insinuación tan plena de confianza en las bondades del santo, que encerraba una fé ciega, hícele caso a la mujer creyente y piadosa, ella misma se dió a la tarea de cortarle al Nazareno triste y supliciado unos cabellos. Lo cierto es que, después de tantas luchas en las guerras que siguieron a aquel día de devoción, las balas, después de Isnotú, no me han vuelto a herir ni a acercárseme, y no porque cuando haya sido menester enfrentármeles haya estado fuera de su alcance...". Extracto tomado del libro que narra la estadia del Gral. Perfecto Crespo, del lado del gobierno de Castro, en Barquisimeto y áreas aledañas en la campaña de finales de marzo a finales de abril de 1902 contra la Revolución Libertadora. Pág 117.
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